Se monta cada día en el metro.
Pelo cano corto, con gafas y un abrigo rojo, de unos cincuenta años. Es un
hombre bien vestido que entra con la mirada como buscando algo perdido. Se pone
a preguntarles uno por uno a los pasajeros “¿Tienes un euro?”. Cuando ya alguno
decide dárselo espera con ansia y expectación la moneda. Se le abren los ojos
como a un niño el día de Reyes. Se sienta en uno de los asientos vacíos y allí
se queda tranquilo con su euro entre sus manos.
Y ya hasta el próximo día.
(c) Sebastián García Hidalgo
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