A
Rafaela
Octavo
día y sin venir nadie, tanta gente querida que me han olvidado sin querer o
queriendo. Desde el primer día sabía que nadie iba a venir, pero nunca se
pierde la esperanza avivada por las personas de a pie seguidoras de una artista
y que no la olvidan aunque no actúe.
Octavo
día encerrada en estas cuatro paredes, enterrada en vida, de las que sólo
saldré entre otras cuatro paredes. Nunca se sabe cuando te dejarán, en el
momento que ingresé en la residencia de ancianos vi como los que yo creía mis
amigos iban desapareciendo, como si temieran quedarse en este lugar para
siempre, huyen de lo que no se puede huir, de la vejez. La residencia no es tan
mala, aquí he encontrado mi hogar, mi casa, mis amigos con los que acabaré mi
última escena y serán los que me aplaudan cuando caiga el telón de la muerte.
Para que sirve la fama, el éxito, la gloria si todos terminamos en el mismo
lugar, en el lecho del olvido.
Con
el trabajo que cuesta subir, lo pronto que se baja. Mis comienzos fueron muy
duros ya que entonces el ser artista era una deshonra, al contrario que ahora
que ser artista es lo soñado por todos y todos desean tener un hijo artista,
pero entonces no era así. Querer pertenecer a la farándula era perder todo
contacto con la familia, al fin y al cabo yo tuve suerte porque mis padres lo
aceptaron y comprendieron que no era tan malo, aunque no todos pensaron igual.
Yo tenía unos veinte años cuando decidí ser lo que soy, por entonces tenía un
novio, al enterarse mis suegros de mis propósitos hicieron que él no me
volviera a ver, aunque me quería y amaba tanto como yo a él. Lo pasé muy mal y
entré en eso que ahora llaman depresión, pero entonces mal de amor.
Al
menos tuvo un acto varonil, supo despedirse y no me abandonó sin ninguna
explicación. Su despedida fue curiosa, yo no sabía nada y me hizo quedar con él
en el mismo lugar y hora de siempre, no le noté nada extraño, porque nunca creí
que después de dos años se rompiera el noviazgo por esa tontería. Lo primero
que hizo fue entregarme una cajita, la abrí y descubrí que era un colgante, del
que nunca me desprendí y que aun llevo junto a mi pecho, después de dármelo le
dije que no era nuestro aniversario, ni mi cumpleaños, y me contestó “Esta es
una fecha que nunca hemos tenido que recordar, pero que sí recordaremos a
partir de ahora.” Y ahí quedó todo, se fue y lo único que me explicó es que sus
padres no querían esa relación. Cada vez que lo vi a partir de entonces era
morir. Y todo para que, para nada, para sentirme morir cada hora, minuto,
segundo, sin poder pararlo.
Aunque
convencí a mis padres, ellos decidieron que antes de probar suerte estudiara
algo y como lo que me gustaba era maestra escuela, eso estudié. Sólo ejercí un
año en el pueblo y luego instruyendo a mi hijo en la carrera de la vida.
Al
principio fue difícil, pero dentro de lo que cabe no tanto, mi padre era el
director de dos teatros y quizás por eso lo convencí tan pronto. Parecerá
extraño que él no quisiera que fuera artista siendo él director de teatro, pero
es que conocía lo que había que pasar para llegar a ser alguien en este mundo y
no quería que yo pasara penalidades.
Él
me iba metiendo en las obras que se representaban en sus teatros con pequeños
papeles secundarios. Durante toda mi vida he hecho grandes personajes, pero
ninguno me son tan recordados como los primeros. Así fui subiendo hasta que
llegué a ser la protagonista, cuando vino mi etapa del cine volví a ser un personaje
secundario, al que le costó salir de un papel fijo, ya me quedé con ese
personaje durante mucho tiempo, eso nunca me ha molestado, ya que aunque me
encasillaron con ese papel siempre me trataron con cariño. También he hecho
grandes papeles que nadie ha olvidado.
Noveno
día y sin venir nadie. Hoy ni siquiera ha venido mi hijo. No habrá podido.
Estará muy ocupado, él trabajando, mi nuera igual y mis nietos en el colegio.
Menos mal que mi perrita no me abandona, es la única que no lo hace desde que la
tengo. Desde el momento que la vi me encapriché y aquí está, nunca me deja. Me
la regaló un compañero del teatro. Un día caminando pasé por una tienda de
animales. Allí vi varios cachorros, todos iguales, pequeñitos, peloncetes. Uno
me llamó la atención. se me metió en la
cabeza tener el perro, pero no podía dejarlo solo, porque para dejarlo
abandonado en el patio de mi casa durante las temporadas que tuviera que estar
en el teatro, para eso mejor lo dejaba en la tienda y que lo comprara otro que
lo pudiera tener siempre.
Ese
compañero al enterarse que yo quería el perro y al verme con los ojos
enternecedores que miraba a la perrita, me la compró. Llegó un día con una caja
de sombrero y me dijo que era para actuar. Me extrañó porque a esas alturas
poner un nuevo accesorio era raro. Lo abrí y al ver como me miraba aquella
perrita, se me cayeron dos lagrimones que por poco el ahogo. La estreché entre
mis brazos y desde entonces nunca se ha separado de mi.
Menos
mal que la tengo a ella. Hoy he preguntado si ha venido alguien para verme y
como desde hace ya bastante tiempo, me han respondido que no. como siempre me
consuelo con la esperanza que vendrán mañana, porque hoy no habrán podido
venir. Están tan ocupados que hace un mes que nadie viene. Aquí se ven pasar
los días más lentos que ahí fuera, todos corriendo de un lado para otro, pero
aquí parece que se han parado los relojes, el tiempo, que la vida no pasa, tan
sólo muere, igual que todos los de esta residencia, igual que yo.
Noveno
día en esta horrenda cama atada a unas gomas para el suero, para alargarme la
vida, para alargarme el sufrir, para ver como me olvidan, para ver como me
abandonan. Sólo se acordarán de mí cuando muera. En todas las revistas pondrá
“Ha fallecido la gran actriz por todos querida, a la que nunca olvidaremos.”.
Claro que nunca me olvidarán, como me van a olvidar si ya lo han hecho y eso
que estoy viva. Cuando esté muerta las revistas y televisiones rapiñarán para
ver quien saca antes el programa homenaje, quien emite la mejor película, que
resulta ser en la que menos sale la homenajeada y todos esos que ahora no están
entonces si estarán, llorando y diciendo que ha muerto una gran artista, una
gran persona, una gran amiga, una profesional y nunca la podrán olvidar.
Mentira, todo mentira, cuando se tienen que dar los homenajes es en vida,
cuando se tiene que querer a una persona es en vida, cuando se debe recordar es
en vida y no cuando te estás pudriendo en una caja y nunca más te verán.
Acaban
de decirme que mi hijo ha llegado. Que bueno es el pobre, después de estar
trabajando viene a verme. Cuanto siento tenerme que haber venido de su casa,
pero así no me podían cuidar. Todo el día trabajando y yo sola. Si me hubiese
puesto mala en su casa, allí hubiese muerto y no se hubiesen enterado hasta que
volvieran, en cambio aquí con cualquier dolor que tenga ya me están examinando
para ver que es. Nunca he estado sola, cuando estaba en mi casa tenía a una
mujer para que me cuidara, aunque últimamente era yo quien la tenía que cuidar
a ella. Entonces se fue a un asilo y yo con mi hijo. Fue una lástima tenerme
que separar de ella, estuvimos tantos años juntas. Ya no sólo era la mujer que
me hacía las tareas de la casa y tenía cuidado de mí, sino también una hermana,
ya sé que es todo un tópico, pero verdad. Hemos viajado tanto, siempre me tenía
el equipaje dos semanas antes, cuando llegábamos al teatro lo primero que hacía
era arreglar el vestuario y cuando estábamos representando, ella siempre
permanecía en el camerino planchando y poniendo toda la ropa perfecta para la
siguiente escena. Nunca vio ninguna obra mía entera, y no es porque no pudiera,
sino que no quería, lo único que llegaba a veces a ver completo era el ensayo,
pero en contadas ocasiones. Todo esto se lo tengo que agradecer, ya que me ha
sacado de muchos apuros, que si se ha descocido, se ha manchado, se le ha caído
un botón y allí estaba siempre al pie de la aguja. Además de apoyo material
siempre ha sido un apoyo moral, cuando venían los días flojos de la compañía,
allí estaba para dar ánimos y decir que el próximo iría mejor. Para mis
problemas personales era mi única confidente. Me apoyaba. Me aconsejaba y
ayudaba en todo lo que podía y en lo que no también. Cuando dejé de viajar fue
un gran trago para las dos, acostumbradas a andar de un lado para otro, pasar
grandes temporadas fuera de casa y ahora tener que estar encerradas fue
difícil. Quizás eso fue lo que la envejeció antes, pero lo malo es que tampoco
podíamos viajar cuanto queríamos, ya que estábamos las dos muy mayores. Tenía
veinte años menos que yo. Los cumpleaños eran verdaderas fiestas, casi siempre
personales, pero no importaba, además, cumplimos los años en la misma semana.
La fiesta más larga fue cuando cumplí los ochenta años y ella los sesenta. El
mío fue en lunes y el suyo al siguiente domingo así que tuvimos una celebración
de una semana, cada noche cenábamos en el lugar que queríamos e íbamos a donde
nunca habíamos ido.
Se
alegraba más de lo que me pasaba a mí, que de lo que le pasaba a ella. Cuando
me dieron la medalla de oro al merito del trabajo por mi carrera de actriz, al
mismo tiempo que yo lloraba, ella también lo hacía. Ella sentía como si a quien
le estuviera poniendo la medalla el rey fuera a ella. Lo que más sentí aquel
día fue que manché las manos del rey con mis lágrimas y él decía “No llores si
es un día muy bonito para ti.”. Hay tantos momentos que pasamos juntas y que
jamás olvidaré.
Ya
se ha ido mi hijo y ahora vuelta a empezar a lo de todos los días, a esperar
que pasen los días, para que vuelva o que alguien venga a visitarme aunque sea
por equivocación. La visita que no olvidaré será cuando vinieron las revistas
en mi noventa cumpleaños. Ese fue el mayor regalo que me podían haber hecho.
Entonces vi que no me habían olvidado del todo, que seguía en la memoria de
muchos. Yo no recordaba que era mi cumpleaños. Me levanté como siempre,
recordando que ya me faltaba menos para cumplir el siglo, que quiero cumplir,
aunque viendo como estoy ahora no creo llegar. Fui a desayunar, poco a poco se
fueron yendo y sólo quedé yo, me sorprendió esto, pero seguí desayunando.
Terminé y salí al jardín, allí estaba lo inesperado, estaban todos los de la
prensa, el corazón me dio un vuelco que no sé como sobreviví a la sorpresa,
pero lo hice y aquí estoy poco tiempo después, entonces tan alegre, ahora tan
triste y sola. Lo que más siento es que he tenido que abandonar el teatro, él
que siempre lo ha sido todo para mí, en lo bueno y en lo malo, pero siempre a
mi lado. En el teatro he encontrado a mis mejores amigos, a mi marido e incluso
tuve a mi hijo. A algunos les parecerá extraño, a otros no, en aquellos tiempos
no había tantos adelantos y no se podía calcular tan bien los días de embarazo
y me pilló allí.
Antes
de empezar la función sentí unas molestias, pero en ese mundo no hay más
remedio que seguir adelante pase lo que pase y sin exteriorizar nada. En una
ocasión me pasó algo parecido pero aun peor y fue cuando murió mi padre, me
enteré en el descanso de la obra y tuve que continuar como si nada. No sé como
pude continuar. Se me hizo un nudo en la garganta que soltar las palabras me
costaba la propia vida, pero aquí no queda la cosa, porque por aquellos tiempos
se hacían dos pases al día. El segundo no terminaba muy tarde porque se tenían
que recoger todos temprano, pero a mí se me hizo eterno. Cuando me enteré fue
en el primer pase así que tuve que terminarlo y a la hora comenzar el segundo.
Entonces no había día de descanso, así que para poder estar en el funeral me
tuve que pasar todo el día en la carretera. Suerte que estaba en una ciudad
cercana, por la noche vuelta a empezar
con la obra, aun con el nudo en la garganta y una pena que me tuve que tragar.
Así
que lo del embrazo se quedó pequeño, menos mal que no había los dos pases
porque si no tengo el niño en el escenario, aunque faltó poco. Cuando me empezó
los dolores se lo dije a los de camerino y enseguida llamaron al doctor. A
pesar de que había llegado el médico y los dolores eran insoportables continué
hasta que cayó el telón, porque hay algo que siempre he dicho y es que nada me
hará parar la interpretación. Todos los de la compañía me tenían por cabezona
pero ninguno me creyó capaz de tanto. Fue bajar del escenario y romper aguas.
El doctor estaba preparado y entre todos me llevaron a mi camerino donde me
dejaron a solas con el doctor. Pero no me arrepentí de lo que hice porque de
recompensa tuve un hermoso niño.
Décimo
día y sin venir nadie de los que se hacían llamar amigos. Yo nunca abandoné a
ninguno y ellos que me han abandonado todos. Día a día va muriendo la esperanza
de volver a verlos. ¿Porque no vendrán? ¿Será porque no me quieren o es que
nunca me han querido? El compañero que nunca me ha dejado es mi marido, pero
desgraciadamente falleció. Su pérdida fue muy dura, estuvimos muchos años juntos,
sin separarnos, ya que siempre solíamos coger trabajos juntos o que estuvieran
cerca.
Lo
conocí en el teatro, yo no me fijé en él. Yo nunca pensé que me fuera a casar
con algún actor. Los primeros días yo tampoco le llamaba mucho la atención,
cuando ya se fijó en mí y empezó a tontear, lo tuvo difícil, ya que yo una
chica buena, con una educación férrea, sin haber tenido relaciones con otro
hombre, le tenía que parar hasta estar segura de las intenciones que llevaba.
Él no desistió nunca de seducirme, que si una mirada, un halago, una flor, yo
le contestaba delicadamente, para que no se enfriara. Un día fue ya el
definitivo, estaría ya harto de que no me decidiera. Llevaba casi dos años
detrás mía y sin conseguir más que
alguna que otra sonrisa. Estaba tan tranquila en mi camerino cuando llegó el
acomodador y me entregó un gran ramo. Le estuve buscando la tarjeta pero no se
la encontré, al no verla pensé que sería de los tantos admiradores que hay que
suelen dejar su regalo, cuando se fue el acomodador vino mi pretendiente. Me
entregó una cajita y me dijo que se lo había dado el acomodador porque se le
había olvidado antes. Se marchó y me dejó sola, no fue muy lejos, se quedó tras
la puerta. Abrí la caja y en ella había una alianza con un mensaje “De un
admirador y un amor”. Salí corriendo en busca de él y cuando lo vi tras la
puerta lo abracé y besé, me dijo que significaba aquello y así de claro le
contesté “So idiota, que sí te amo.”. Desde entonces nunca nos separamos.
El
arreglar la boda fue difícil, ya que la vida de actor modesto no es muy
desahogada y se tiene poco dinero. Sacamos de donde pudimos, con ayuda de unos
y otros, que uno nos regala esto, otro lo que pudo y en tres años nos casamos.
Jamás he sido tan feliz como aquel día. Estaban todos los compañeros y amigos.
Era una iglesia pequeñita pero acogedora con una Inmaculada presidiendo el
altar. Era una imagen antigua, quizás del Barroco, pero bueno no lo digo muy
segura porque de arte entiendo más bien poco, así que me quedaré con que era una
imagen bastante antigua con una dulzura en la mirada que daba confianza en esos
momentos. Tenía una mirada cómplice, quizás como la que tuvo en vida María
cuando recibió en matrimonio a José.
Tras
la ceremonia nos fuimos a un restaurante donde lo celebramos entre risas y
brindis. No fue una comida como la de una boda real, pero nos lo pasamos bien.
Así
que su muerte fue como perder una parte de mí. Con su muerte murió un trozo de
mi corazón. Ya nada podrá sustituirlo, aunque no creo que tenga ya mucho tiempo
para hacerlo. Lo más seguro es que dentro de unos días me vuelva a reunir con
él y juntos viviremos eternamente, con la juventud de entonces, no con el
deterioro en el cuerpo que tengo ahora.
El
único consuelo que me queda es que dentro de un tiempo nadie recordará estos
restos de lo que fue una modesta actriz, aunque algunos dicen que fui una gran
artista. Estos restos decrépitos y arrugados sólo se recordarán un par de días
o quizá unos años, gracias a Dios y a quien lo haga posible, pronto olvidarán
esta vieja muerta en la soledad y recordarán a la actriz que durante tanto
tiempo hizo reír y llorar.
Yo nunca he tenido un gran cuerpo, siempre
he sido baja y menudita, muy poca cosa, pero a pesar de eso me han ofrecido
papeles del destape. Cuando se puso de moda ese tipo de cine, que se
llamaba..., ahora no lo recuerdo, pero era, siendo clara, cine verde y yo nunca
he aceptado mostrar mis pechos a nadie,
incluso a mi marido le costó verlos después de bastante tiempo casados, tonta
fui, debería haber aprovechado como hacen las jóvenes de ahora, pero entonces
no éramos tan lanzadas. Lo que me da coraje es no recordar el nombre de esa
clase de cine, espera que piense, sicodélico, cicolico, calitico, ¡ah, sí!,
cine sicalíptico, un nombre un poco complicado, quizás por eso al final ha
quedado tan sólo como cine X.
Enseñar no han conseguido que enseñe nada,
pero decir si lo he dicho a pesar mío. Pienso que para hacer gracia no hace
falta decir tacos y palabras groseras para que se divirtieran conmigo y mis
actuaciones, además, que gracia tiene que una vieja sea tan mal hablada y
borde.
Ahora el cine está muy estropeado con tantas
obscenidades, antes era más limpio, más inocente y sin nada de sexo, pero en
estos tiempos si no hay sexo y violencia no consideran buena una película. Una
actriz de ahora para llegar a ser alguien, antes lo tiene que enseñar todo,
hasta las entrañas si es preciso, tienen que mostrarse como su madre les trajo
al mundo.
Décimo
día y aun pensando que de esta no me libra nadie. Cada vez la siento más cerca,
y que fría es. Quisiera que el día que me llegara fuera con delicadeza y lo más
importante, sin dolor. Parece que cada día que pasa se me va haciendo más leve
la soledad, no habré sido tan buena como he querido ser, porque el resultado
así lo muestra, me dejaron sola. Pero yo creo que he sido buena con todos que a
nadie he faltado, siempre haciendo favores, siempre dando todo lo mío, yo que
hubiese vendido mi alma al diablo, si gracias a eso pudiese hacer feliz a
alguien. Hasta en mis últimos días los apoyo, defendiéndolos ante quienes dicen
que me han olvidado, al final tendré que terminar por creérmelo. Siempre que me
han llamado ahí he estado, nunca me han faltado las fuerzas para trabajar, para
entregarme. La última película que hice fue con ochenta y cinco años, por la
mañana grababa como una loca para que todo estuviera perfecto y por la noche
iba al teatro. Yo nunca he parado, no suspendí ni en la guerra civil, en
aquellas fechas en plena guerra seguía actuando, cuando escuchábamos la sirena
que anunciaba un bombardeo parábamos, apagábamos las luces y allí desde el
interior del teatro oíamos todo y cuando cesaba volvíamos a encender la luz y
continuábamos como si nada hubiese ocurrido, como si lo que hubiésemos
escuchado, fueran simplemente petardos inofensivos.
Que
pena más grande siento. Cuantas lágrimas ha derramado mi corazón en estos días.
Cuantas veces me he preguntado si aun sigo viva en realidad, porque tanto
abandono no puede ser cierto nunca, nunca. Si la muerte es como cuentan, que
venga ya, que venga, que me lleve a su lado, que me quite este sufrimiento, que
me libre de estas cadenas, que me libre de este tormento, déjame ir junto a ti
que no puedo resistir tanto sufrimiento. Aquí estoy esperando que me venga a mí
la muerte, esperando el día, esperando la brisa, esperando el tranvía que me
quite ya la vida.
Desde
aquí duelen más las cosas, veo como a todos vienen a visitarlos familiares y
amigos casi a diario, siendo personas muy desagradables y odiando que las visiten.
En cambio a mí que lo deseo, lo anhelo, no me complacen. Yo sólo quiero que
vengan para que me den amor, cariño y que yo se lo pueda devolver el doble.
Soledad
maldita soledad, el que te inventó debería haberse muerto en ese instante,
soledad amarga soledad, portadora de silencio indeseado, soledad cruel soledad,
que se acerca a quien no la quiere y a quien la quiere no se une, soledad
triste soledad, de días oscuros en plena luz, soledad abusadora soledad,
administrada a grandes dosis por personas sin corazón, soledad embaucadora
soledad, que te presentas como en verdad no eres. Vete, déjame libre, suéltame
de tus garras, esas garras que me has clavado en el corazón, en el alma, sin
mirar que así me estás matando poco a poco y sin ningún cuidado. No sé como te
he podido resistir tanto tiempo, ya la única posibilidad que tengo de librarme
de ti es cuando llegue ella y me lleve junto a mi gente querida que me espera.
Ya siento que se acerca, que viene. Un aire
frío inunda la habitación. Una nube clara, blanquecina se introduce por las
rendijas de la puerta y la ventana. Los sueros, la cama y las cuatro paredes
han desaparecido, ¿qué querrá decir esto?, ¿vendrá ya?, ¿será ella o tan sólo
una ilusión que tú, soledad, me estás haciendo ver?, por favor déjame de hacer
sufrir, si quieres matarme hazlo, pero sin hacerme padecer. Una luz brillante
ilumina lo que antes era una habitación y lo que ahora es una nube del cielo.
La luz se ha concentrado en un punto, en el que ha aparecido un túnel, ¿lo
atravieso?, no sé que hacer. Si lo cruzo abandono la vida, a mi hijo. Si lo
atravieso, recupero amigos y a mi marido. Si paso aquí dejaré guerras, luchas,
incomprensión y soledad y allí encontraré paz, alegría, compañía, mejor lo
cruzo y que sea lo que Dios quiera. Ya lo he atravesado, pero ¿qué es esa
música celestial? Parecen ángeles cantando a coro, ¡si son aplausos! Y ¿qué
será aquella luz pura y cándida tan brillante y blanca? Algo me empuja hacia
ella y ya no puedo echarme atrás, ¿significará eso que debo ir?, ¿que debo
salir a recibir los aplausos? Nunca me habían aplaudido tan fuerte y
melodiosamente. Cuanto más me acerco más brilla la luz y con más fuerza me
aplauden. Poco a poco van apareciendo figuras que son difíciles de reconocer,
son hombres y mujeres, ¡pero si son mis amigos fallecidos, mis padres! y aquel
del final parece ¡mi marido!, ¿será o no será? Sólo lo puedo saber de una
manera y es acercándome. Cada vez aparecen más personas queridas a mi lado
aplaudiendo y vitoreándome, como si fuera un torero tras la lidia. Ya he
llegado a la gran luz y en efecto es mi marido, pero ¿qué señala?, son unas
bambalinas, unas bambalinas familiares, son las del teatro donde debuté, aunque
hay cosas que han cambiado, una es que el suelo es de algodón y el público son
ángeles que me aplauden en mi última interpretación, en la última escena de la
vida, que finalizará aquí, cuando esos aplausos cesen y caiga el telón de la
muerte.
*Incluído en el libro "Mirando al Sur"
(c) Sebastián García Hidalgo
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