Que frío hace tumbado en el asfalto de la
calle. La gravilla suelta se clava en la espalda. Es incomodo esto de sentir la
helada negrura en contacto con mi carne. Inocentes los incrédulos de vanos
sentimientos. Apertura de añoranzas y delirios en cada una de las neuronas bajo
cero. Dado la vuelta la cosa no mejora
los labios rozan el asfalto. La gravilla ya no se hunde en la piel de
mis glúteos sino en la de mi boca. Las piedrecillas se me meten en la boca y
rechinan entre mis dientes. Muerdo el asfalto negro y helado.
(c) Sebastián García Hidalgo
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