A las diez
horas.
Lucía nació
gordita, con casi muñones en vez de manos. No se diferenciaba bien donde se
iban articulando cada una de sus extremidades. Después de pasar varias horas la
niña ya tenía mejor color. Está sonrosada, su piel brilla al tensarse cuando
dobla sus bracitos. Todo en su cara es alegría, al rozarle sus mejillas con los
dedos se ríe y, pletórica, suelta sonoras carcajadas.
A los cuatro
años.
Es su primer
día de clase en el jardín de infancia. El mismo día que cumple años empieza su
carrera en la enseñanza. Lucía va creciendo y a la vez estilizando. Quedan
atrás esas carnes rollizas. La tez se le va palideciendo, va tomando un color
más uniforme.
Aún no se
viste sola, pero ya sabe lo que le gusta ponerse y lo que no. Cuando algo
no es de su agrado pierde la sonrisa y se transforma en un mohín de rebeldía.
A los diez
años.
Ella no lo
sabe, pero este será el día en el que todo cambiará en su vida. Los padres
de Lucía tienen su última discusión como feliz matrimonio. Desde su dormitorio
escucha cómo se insultan con reproches y desdenes. La cabeza bajo la colcha no
le sirve para amortiguar ese martilleo en sus oídos, demasiado pequeños para
aquella tortura. Tantos años de aguantar todas esas peleas le han servido para
hacerse fuerte, pero no inmune.
Está muy alta
para su edad pero también por etapas demasiado escuálida. Los días en que la
relación de sus padres empeora ella deja de comer, se le cierra el estómago y
alguna de esas rachas puede durar semanas, demasiado tiempo para una niña como
ella.
A los
dieciocho años.
Lucía lleva
viviendo ocho años a galope entre dos ciudades, distantes más de
doscientos kilómetros. Hoy cumple su mayoría de edad y desearía como regalo de
cumpleaños el acercamiento entre sus progenitores. Llevan más de cinco años sin
hablarse más de lo necesario e imprescindible, que es lo
relacionado a su hija. Cada uno tiene ya su vida rehecha y ella con el corazón
roto y dividido.
Como no ha
conseguido reunirlos a todos para la celebración, ha decido festejar con sus
amigos y con su novio. Lucía es una post adolescente bellísima. Alta, delgada,
de piel clara y a sus pómulos han vuelto aquellos brillos sonrosados de cuando
bebé. Luis le ha devuelto la alegría y la ilusión por vivir. Reza cada noche
para que a ellos no les pase lo mismo que a sus padres y que nadie sufra por su
separación como ella lo ha hecho durante todos estos años.
(c) Sebastián García Hidalgo
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