lunes, 28 de octubre de 2013

SOLEDAD






Derecha, derecha, vuelta a la plaza, cojo la primera  calle y al final del todo la casa de mis padres. Me bajo del coche, ojalá no estén en casa, no quiero que vean que vengo todo el viaje llorando. No quiero que mi madre sufra por mis ojeras. He tenido suerte parece que no hay nadie, que la casa está sola. Meto la llave y tengo que dar tres vueltas. Decidido estaré a solas, cuando hay alguien en casa no echan la llave. Subo al cuarto y me tiro en la cama. Ha sido duro el viaje, tanta lágrima derramada, tantos quebraderos de cabeza de tanto pensar, tantos sin sentidos y recuerdos que me crean tanto daño. Me tiro en la cama y sigo llorando las pocas lágrimas que me quedan aun por derramar.

Escucho gritar a mi madre, me he quedado dormido aquí echado. Mi madre toca la puerta. Me levanto. Me miro en el espejo de mi cuarto, odiosas ojeras que no me dejan vivir estas últimas semanas, ojos hinchados de llorar y dormir. Si me preguntan les diré que es de haberme quedado dormido, no quiero que mi madre sufra mas que yo, que sufra mas de lo necesario. Ella me mirará. Yo le mentiré y ella hará que se lo cree, aunque por  dentro llore en soledad de ver como su niño llora y sufre.

Cierro los ojos y me pongo a relajarme con las notas de Vangelis. Necesito evadirme, centrar mi vida y recolocar todo de nuevo en mi mente. Suena la primera nota y cae la primera lágrima por mi mejilla. Aprieto fuerte los párpados pero eso no hace parar el reguero. Suena el zumbido del Messenger, no tengo ganas de hablar, ¿quién será? A solas, quiero estar a solas, no puedo ni quiero mantener una conversación con nadie ahora. Otro zumbido quién coño será, no quiero que nadie me moleste, sólo quiero oscuridad, soledad y muerte. Debería apagar el ordenador pero es la única unión que tengo con el mundo, es la única realidad que me acompaña aunque sea cibernética. A solas, quiero estar a solas, en la oscuridad de mi cuarto, con mi cuerpo y mi mente en sintonía, pero con mi corazón muy lejos.
Debo dejar de llorar, pero no puedo. Mi mente me dice que me estoy torturando innecesariamente y mi corazón que debo seguir llorando por la persona que más he querido.
Sigo ordenando mi mente y mis recuerdos. Aquí dándole vueltas a la caja de cartón que juntos compramos en el Ikea para guardar los trozos de nuestra vida juntos. Fotos de días inolvidables, fotos de días que mejor olvidar. Cartas de aniversario, tarjetas de amor, el papel de regalo de nuestro primer mesario. El azucarillo de la primera vez que fuimos juntos al Starbucks. Entradas del cine de aquella película que no vimos hasta el final. Trozos de su corazón de cartón. Billetes de autobús de cada vez que nos reencontrábamos. Y nota de despedida.
“Mejor dejarlo aquí, necesito pensar, organizar mi vida, necesito un tiempo para saber lo que de verdad siento. Necesito paz y vivir.”

Un mes desde aquella nota. Un mes desde que no le he vuelto a ver. Un mes sin saber que fue de él. Un mes y aun no pasé el duelo por su pérdida. Sigo llorando cada vez que lo pienso, sigo llorando cada vez que lo creo olvidado. Un mes sin recibir ninguna otra explicación distinta a aquellas palabras del papel. Un mes secándome a cada segundo.

Me monto en el autobús y creo verlo, pero no, no es él. Lo miro y se parece tanto a él. Lo observo y una lágrima empieza a enjugar mis ojos al reconocer sus gestos en aquella persona, pero aquí no puedo llorar, en público no. Él no se merece la compasión de la gente hacia mí. Pero es que se parecen tanto que me hace dudar, pero no me mira, no me reconoce o no me quiere reconocer. Su rostro se refleja en la ventanilla y sin duda es él. La persona que durante más de un año amé. La persona que hoy después de un mes me sigue haciendo vibrar. La persona que después de haberme abandonado con una simple carta sigo amando.

Me he acercado y sí que era él. Ha  mostrado indiferencia, como si fuera un viejo amigo al que hace tiempo que no ve y  sólo saluda por compromiso, deseando que se vaya para acabar y no la persona que supuestamente amó.
Dice que ha comenzado nuevos proyectos, tiene nuevas expectativas que le va muy bien en la vida, que es feliz y que va a ver a su pareja.

Él va a ver a su pareja y yo voy a mi viaje a ninguna parte, con la cabeza agachada y mis lágrimas secas en el corazón.



*Incluído en el libro "Mirando al Sur"  

(c) Sebastián García Hidalgo

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